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La canción que fue al espacio

  • Arturo Guzmán
  • 29 jul 2020
  • 3 Min. de lectura


Entre agosto y septiembre de 1977 fueron lanzadas al espacio las sondas Voyager 1 y 2, con la consigna de recabar la mayor información posible acerca no solo de nuestro sistema solar, sino también, más allá de este.

Consiguieron tomar las primeras fotografías de planetas como Júpiter, Saturno al igual que de algunos de sus satélites.

Y hoy día se halla a unos 21.000 millones de kilómetros de la Tierra, con lo que para 2025 se espera la comunicación con ambas naves se pierda, dejándolas a su suerte allá afuera. Como una botella en medio del océano y es que, dentro de cada sonda, yace un peculiar objeto: un disco dorado.

Este disco incluye fotografías, ilustraciones y sonidos de la vida en la Tierra, además de canciones regionales de diversas partes del mundo, así como clásicos de maestros como Bach, Mozart, Stravinsky y Beethoven y también un poco de rock por parte de Chuck Berry, sin embargo, entre figuras como esas, “Blind” Willie Johnson igualmente forma parte de ese legado que ahora se encuentra en el espacio, viajando a 61.000 km/h.

El disco dorado en las Voyager.

Sin muchos recursos prácticamente desde que nació, la historia de Johnson comienza (presumiblemente) en 1897, cerca de Pendleton, una pequeña ciudad en el estado de Texas.


Y es que, realmente no se sabe mucho sobre su vida temprana, por lo que tanto su lugar de nacimiento como la causa de su ceguera no están claros, sin embargo, una de las teorías es que a la edad de 7 años, su madrastra, luego de sufrir golpes por parte del padre del niño al descubrir su infidelidad, en venganza, arrojó lejía a los ojos del chico, dañándolo de forma permanente y condenándolo a vivir en la oscuridad.

Aún con esa desgracia, Johnson no perdería la fe, puesto que si algo regía su vida y estaba presente en su obra, era eso, y no es de sorprender, puesto que siendo pequeño fue introducido a la religión, tanto así que desde los 5 años soñaba con convertirse en predicador.

Con el tiempo, pasaría de tocar en esquinas de las calles a convertirse en uno de los primeros guitarristas evangélicos en grabar canciones para un estudio, en diciembre de 1927, esto con la Columbia Records. Sin embargo, su suerte no cambiaría mucho, puesto que después de sus sesiones, el cantante no dejaría de vivir en las calles, cantando de esquina en esquina para conseguir algo de dinero.


El título de la canción, Dark Was the Night, Cold Was The Ground, no sólo sirve como símil de la constante en la vida de Johnson, quien en contadas ocasiones no lograba conseguir donde pasar las noches, sino que también hace alusión al himno "Dark was the Night" publicado en 1792 por Thomas Haweis, un médico y clérigo inglés.

Gethsemani, su nombre original, fue uno de los tantos himnos enseñados en las iglesias a los afroamericanos durante gran parte del siglo XIX.

Este, además, es el nombre del jardín en donde de acuerdo con la biblia, Cristo oró y sufrió por los pecados del mundo, la noche antes de ser crucificado y se dice que su agonía era tan profunda, que "su sudor se convirtió en gotas de sangre, cayendo al suelo".

La historia del cantante encontraría su final en 1945, cuando su casa sufrió un incendio que la dejó en ruinas, con lo que, sin dinero ni otro lugar a donde ir, Johnson y su esposa durmieron en las ruinas quemadas de su hogar en una cama de periódicos húmedos.

Lograrían vivir así hasta que, dos semanas después, a causa de la humedad y el frío, el intérprete contrajo neumonía, muriendo pocos días después.

Oscura era la noche y frío el suelo, al momento en que Blind Willie Johnson murió.

Sin letra alguna, la canción solo consta de sonidos vocales y de la guitarra de Johnson, pero aun así, logra transmitir con efectividad toda la soledad y desolación del cantante.

El caso de la Voyager me parece irónico puesto que la importancia de una misión como esta es enorme; imaginar que en la inmensidad del espacio, muy lejos de la Tierra, la memoria y legado de un hombre, ciego y pobre vivirá incluso cuando ya no estemos aquí, sin embargo, creo ahí radica lo bello de esto.

Todo lo que fuimos, somos y seremos varios de nosotros, en medio de esta roca gigante, con todo y nuestros problemas, se irá, pero nuestra memoria, los discos en las Voyager, seguirán, y Johnson con ellos.

Los seres humanos le tememos a la oscuridad y lo extraño, así que la NASA envió a alguien que la abrazó a explorarla por nosotros.

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