La nueva administración en el gobierno de México, el inicio del camino.
- Sebastián Montes Serrano
- 27 abr 2020
- 5 Min. de lectura
¡JUNTOS HAREMOS HISTORIA!
Es el nuevo grito de guerra que enaltece al nuevo orden nacional y que nos dirigirá al progreso, lleva como consigna “acabar con la corrupción de arriba para abajo, como se barren las escaleras”. Pero esta historia inicia desde el 2 de octubre del 2011, cuando se creó el partido político que ahora mismo tiene la mayoría del legislativo y habita en palacio nacional, MORENA.
A pesar de que este proyecto de izquierda no surgió con mucha fuerza, lo cierto es que Andrés Manuel López Obrador, quien colocó las bases de este partido, un hombre de evidente buena voluntad y con una actitud que no veíamos desde hace tiempo en la política mexicana, con mucho desgaste logró canalizar a un país que tiende a olvidar su pasado, regresando a las andadas.
Los errores o fracasos de la última vez que el Partido de la Revolución Institucional visitó Los Pinos le dieron la razón a AMLO y todas sus predicciones, así como sus propuestas de cambio.
Ya se le había arrebatado el triunfo de la presidencia en el pasado, pero el 1° de diciembre del 2018, cuando este hombre tomó el cargo de la presidencia, el camino que inició el 2 de octubre del 2011 se consolidó, dando inicio a la llamada Cuarta Transformación.
Todo jefe supremo de las fuerzas armadas debe formarse de un equipo para dirigir a un país y hasta ahora el gabinete es visto con buena cara. Olga Sánchez Cordero como Secretaria de Gobernación; Marcelo Ebrad como Secretario de Relaciones Exteriores; Luis Cresencio Sandoval como Secretario de la Nefensa nacional; José Rafael Ojeda Durán como Secretario de Marina; Carlos Manuel Urzúa y Arturo Herrera Gutiérrez como secretarios de Hacienda y Crédito Público, respectivamente; Esteban Moctezuma como Secretario de Educación Pública, Jorge Carlo Alcocer como Secretario de Salud; Javier Jiménez Espirú como Secretario de Comunicaciones y Transportes, entre otros.
Algunos de estos hombres han sido viejos compañeros del señor presidente, son personajes que le constan a él, su destacada labor y compromiso, pero se necesitará desempeño y entrega implacable si de verdad quieren alcanzar las estrellas.
Es muy afable mencionar la llegada de este hombre a la silla presidencial porque da evidencia de que en esta ocasión los mexicanos decidieron detenerse y analizar, pero la razón de este análisis de situación fue el impulso del hartazgo. Verse en la misma vida de siempre y tener que mantener al mismo partido de varios años, desgastado y corrosivo.
Muchos decían: ¡¿Sí saben cómo es… por qué dejan que siga ahí?!
Podemos decir que desde la toma de poder, López Obrador ya estaba haciendo historia y mejor que la que hizo Fox con su supuesto logro de sacar al PRI de su presidencia imperial; toda una farsa porque el PRIAN decía lo contrario.
Esta nueva administración ha logrado varios avances en diferentes materias, ha demostrado una fuerte mejora y muchos pensarían que realmente se está limpiando todo pues en las extenuantes conferencias mañaneras con las que el presidente nos recibe diariamente, nos ha chismeado las irregularidades encontradas respecto a la anterior administración como: dinero extraviado, notas de gastos peligrosamente altas y deudas exuberantes así como proyectos que simplemente no se realizaron y terminaban siendo una pérdida.
Pero ahora a este nuevo régimen se le pueden contar varios avances como la inversión extranjera directa, que pasó de 24 mil millones de dólares a 26 mil millones de dólares; la deuda pública, que aunque no es tanto, logró bajar de un 45% del PIB a un 44.7% del PIB.
El salario mínimo aumentó un 16%, de $88 pesos a $102 pesos y en la zona fronteriza a $176. El ingreso laboral se encontraba en 1738 empleos, aumentando a 1794 empleos actualmente. Sin mencionar la creación de la Guardia Nacional, creación de programas sociales, una lenta pero prometedora renovación de la salud, apoyo necesario a la educación y mucho más.
Si cualquiera se pone a comparar las cifras, mejoras o éxitos cumplidos entre el sexenio de Peña Nieto y López Obrador podríamos ver que no existe una diferencia tan alta hasta ahora pero el distintivo aquí es la popularidad que este nuevo líder trae consigo, un gobierno aceptado por la mayoría pero no por eso perfecto y limpio pues se necesita de un capital político y capital económico para arribar al poder y quien sabe… tal vez el señor Evo Morales encontró refugio aquí porque AMLO le debía un favor y no por mera solidaridad.
A muchos les convenía que fuera Andrés Manuel quien llegara a la presidencia el primero de Diciembre y probablemente lo ayudaron a conseguirlo, eso no es nuevo, el problema es cuando se paga la factura.
Estamos ante un cambio más de régimen pero también lo que lo hace especial es que hay mucha esperanza en él; todo se siente como estar ante un nuevo Lázaro Cárdenas o como los indígenas tarascos le decían: Tata Lázaro.
Observemos la trayectoria del PRI, un partido que inició con buenas bases aunque en los años siguientes a la post-revolución comenzó a mostrarse su tambaleo y posteriormente su decaimiento lento, como muestra el 2 de octubre del 68 y su régimen asesino; continuó con la pobreza Portillísta, el fraude de Salinas y cerrando con la alianza secreta con el PAN en un intento por continuar con el poder pero que eventualmente terminaría desgastándose, llegando a su fin; al menos se le agradece no haber intervenido esta vez en las urnas.
Este nuevo escenario es similar a aquel PRI en sus inicios, lleno de energía y grandes promesas pero no está libre de tambaleos o decaimientos pues se puede observar ahora un síntoma clásico que es la división de poderes que no se ejecuta correctamente, dándole un plus de poder al Ejecutivo volviéndolo lentamente en líder totalitario.
Los poderes prontamente deben ser respetados y López Obrador parece caer poco a poco en esa falta, esto es gravísimo y ha sido nuestro mal de siempre pero los tiempos cambian y la forma de gobernar también, por tanto no es tarde para reestablecer las cosas.
Por otro lado, López Obrador no tiene intenciones de reelegirse. Conocemos los antecedentes terribles de la reelección en este país, que aunque es permitido, suele no terminar bien y muchos mexicanos han aplaudido la idea de la reelección del presidente, una muestra del olvido del pasado.
Imaginemos que en un segundo sexenio todo sale bien, pero venceríamos para siempre el temor reeleccionista y no tenemos idea de qué o quién podría reelegirse mañana y qué podría llegar a hacer. Como pueblo, no estamos listos para ese paso tan arriesgado y es mejor dejar ese tema aún lado… Es muy pronto.
Sin embargo, este nuevo sexenio tiene mucho que dar aún; con una toma de posesión heroica, una popularidad muy alta, buenos resultados hasta ahora, una austeridad ejemplar y la lucha pacífica pero fuerte contra la corrupción, la transformación de la vida pública en México no parece verse tan lejos.
Quizá el nuevo mandatario aplastó a unos cuantos o fue ayudado por otros, no lo sabemos, pero lo que si nos consta es que Tata Obrador tiene encima la esperanza de millones y él lo sabe, es por eso que la Cuarta Transformación está en proceso ya; un proyecto abismal cuyo principal motor es la ayuda de todos. Bastante complicado hacerlo funcionar pero no imposible ya que la gran noticia es que ahora las personas podemos también hacer la noticia; participar, apoyar y ser mejores.
Estamos juntos en esto, los tiempos y la mentalidad han cambiado, ahora ya hablamos, ahora ya exigimos y el nuevo gobierno lo sabe. Si queremos el cambio tan deseado trabajemos por él y que el nuevo gobierno y el presidente vean por nuestro futuro, intereses y bienestar porque como le gritó aquel señor en su bicicleta a López Obrador:
“¡No tienes derecho a equivocarte!”.
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